Proyecciones de la enseñanza de la reconstrucción cráneo-facial más allá del trabajo pericial.
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Por Gustavo A. Faúndez Salinas

En un mundo en que problemas específicos exigen soluciones específicas, el fenómeno de la obsolescencia puede afectar a ideas, prácticas u objetos, todos por igual. Una vez que cumplen su misión - o fracasan en la resolución del problema -, ellos se vuelven susceptibles de ser olvidados o derechamente desechados. Computadores, teléfonos celulares, herramientas o incluso metodologías de trabajo, son reemplazados constantemente de acuerdo al devenir de las necesidades y/o demandas de una comunidad determinada. Algo similar ocurre con el rol que cumple cada persona en sociedad, cuya especialización permanente se torna casi imprescindible para la propia supervivencia.
La pregunta que surge inmediatamente, tiene que ver con el destino que tienen dichos objetos o prácticas, una vez solucionado (o no) el problema para el cual fueron creados. Al mismo tiempo, no siempre es claro cuáles son los factores puntuales que condicionan la recuperación, el reposicionamiento o la reinvención de sus funciones. De allí que corrientes de pensamiento emergentes como la Antropología del Diseño, han intentado dar con soluciones alternativas, mediante la apertura de nuevas perspectivas teóricas y la propuesta de opciones metodológicas. De esta manera, se busca intervenir y transformar la realidad social en que se utilizan dichos objetos, con el fin de darles una nueva vida. Con este objetivo en mente, los antropólogos Ton Otto y Rachel C. Smith (2018), ponen el acento en la necesidad de comprender globalmente el proceso de diseño de un objeto o una práctica, y así reincorporarlos al circuito de empleo. Asimismo, antes de analizar cualquier ejemplo en específico, los autores recomiendan tener claridad respecto de lo que implica la acción misma de “diseñar”, esto es, la concepción y ejecución de una idea en contexto, a la cual se le da forma, estructura y función, mediante un proceso de pensamiento y planificación.

Actualmente, uno de los principales ámbitos generadores de soluciones para la sociedad contemporánea, y que se ve afectado por el fenómeno de la obsolescencia de los objetos, es el forense. Muchas de las soluciones, técnicas o artefactos que construyen los peritos durante el proceso investigativo, suelen ser concebidos dentro de los márgenes de un caso puntual que requiere solución y, por ende, proyectadas como de un sólo uso. Siendo aún más específicos, el empleo de la reconstrucción cráneo-facial (cuyo fin fundamental es la predicción o recreación del rostro de una persona ausente, a partir del estudio de la morfología de su cráneo), exige un proceso de planificación y puesta en práctica altamente riguroso. De hecho, al momento de proponer cualquier protocolo o plan de trabajo, es necesario tener siempre presente su vinculación directa con el trabajo de taller, pues su concreción en un modelo tridimensional es de carácter plástico y requiere del diálogo con diversas materialidades. En términos prácticos, al tratarse de la adición sucesiva, y por capas, de distintas clases de tejidos blandos sobre un cráneo que permanece intacto, la aplicación de la reconstrucción cráneo-facial ofrece la posibilidad de generar varias versiones del rostro por identificar. Por ende, ya sea haciendo correcciones a lo largo del proceso, o convocando a más de un artista para que construya su propia versión, tanto los materiales como los modelos empleados, pueden alcanzar una segunda vida, más allá de que el cráneo de base esté sujeto a un caso de estudio en particular.
No obstante, aun cuando el trabajo plástico aparece en primer plano (sobre todo al momento de observar sus resultados), es necesario tener en cuenta que, dicho trabajo, se sustenta en un estudio facial y anatómico previo del rostro, además de exigir el estudio y la actualización permanente por parte de los expertos. Tradicionalmente, la enseñanza de la anatomía se ha apoyado en la confección y empleo de modelos tridimensionales, cuyo origen se remonta a las primeras figuras en cera, confeccionadas en Europa a partir del siglo XVIII. La antropóloga y anatomista británica Elizabeth Hallam (2018), destaca cómo los modelos anatómicos han cumplido, desde siempre, un rol que va más allá de la simple precisión de ciertas materias o detalles que puedan generar dudas en los estudiantes, sino que, también, la conciliación de las dimensiones física y conceptual en la enseñanza de la anatomía. En ese contexto, el perfeccionamiento de la expresión plástica resulta funcional a la enseñanza de la anatomía, al ofrecer herramientas útiles para formular y aprehender ideas abstractas, por parte de los estudiantes. Al mismo tiempo, el aprendizaje de la anatomía exige adquirir destrezas específicas, que son vitales para comprender el funcionamiento del cuerpo humano en su totalidad, incluyendo la sensibilidad, la coordinación y la motricidad fina. De allí que el proceso docente deba incluir no sólo la mente de los estudiantes, sino que también, el dominio de su propio cuerpo. De acuerdo con la anatomista británica, al tratarse de un proceso tanto visual como táctil, se espera que ellos sean capaces de construir y refinar constantemente una imagen anatómica mental, a partir de la cual puedan extrapolar y visualizar las distintas partes del cuerpo humano desde distintos ángulos, y con diferentes propósitos.

Finalmente, en cuanto a la reconstrucción cráneo-facial en particular, se desprende el hecho de que el desarrollo de los sentidos de la vista y el tacto, resulta esencial para garantizar el uso eficaz de los recursos disponibles, cualquiera sea la variante aplicada (bidimensional o tridimensional). En ese sentido, el perfeccionamiento de las destrezas artísticas por parte de los peritos (a través de la práctica continua del dibujo a mano alzada o del modelado), permite interiorizar los protocolos de trabajo, así como reconocer la pertinencia de la técnica en cada caso. Por esa razón, tal como cualquier otra técnica forense que exige la excelencia por parte del experto, el cuidado de su enseñanza es también una necesidad ineludible.
En suma, este reconocimiento de nuevas perspectivas en el uso de las técnicas forenses no debilita el foco pericial, sino que, por el contrario, mantiene al experto en continuo entrenamiento y le otorga profundidad a su tarea, pues introduce la necesidad de establecer vínculos con el mundo académico, muchas veces olvidado por la vorágine de la práctica pericial. Es más, el cultivo y enseñanza de cualquier técnica forense debiera ser también, una fuente de motivación para el desarrollo profesional de un perito.
Referencias bibliográficas:
- Otto, T.; Smith, RC. “Design Anthropology: A distinct style of knowing”. En: Gunn, W.; Otto, T.; Smith, RC. (Eds.). Design Anthropology: Theory and Practice. London: Bloomsbury Academic, 2018, pp. 1-29.
- Hallam, E. “Anatomical Design: Making and Using Three-dimensional Models of the Human Body”. En: Gunn, W.; Otto, T.; Smith, RC. (Eds.). Design Anthropology: Theory and Practice. London: Bloomsbury Academic, 2018, pp. 100-116.
Referencias de las imágenes:
- Imagen 1: 2019 - Exposición de trabajos finales curso “Artes Anatómicas”. DAML, U. de Chile. Prof. a cargo: Guillermo Mardones O. / Prof. Invitado: Gustavo Faúndez S.
- Imagen 2: 2019 - Exposición de trabajos finales curso “Artes Anatómicas”. DAML, U. de Chile. Prof. a cargo: Guillermo Mardones O. / Prof. Invitado Gustavo Faúndez S.
- Imagen 3: 2019 - Ejercicios de enseñanza de la reconstrucción cráneo-facial tridimensional, con medios tradicionales. DAML, U. de Chile. Prof. Gustavo Faúndez S.
Gustavo Faúndez Salinas
Antropólogo Social (U. de Chile), MA Estudios de la Imagen (U. Alberto Hurtado)
MSc Arte Forense e Identificación Facial (University of Dundee, Scotland)
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